En el artículo anterior hablaba de la tendencia coitocentrista y genitalizada de nuestra sexualidad. Continuando y cerrando este tema reflexionaré sobre la obsesión por el orgasmo en nuestras relaciones y en cómo podemos ampliar nuestro concepto de satisfacción sexual.

 

No sin mi orgasmo

Vivimos más enfocadxs en cumplir objetivos y alcanzar logros que en disfrutar de lo que experimentamos a cada instante.
Así como anhelamos que la semana pase rápido esperando a que llegue el tan bendito viernes, nuestros encuentros sexuales parecen girar en torno a esperar el tan vanagloriado orgasmo.

Tenemos una idea lineal del sexo. Creemos que nuestros encuentros deben ir en dirección ascendente hasta liberar toda esa energía en forma de orgasmo y entonces descansar. ¿Te imaginas si todas las canciones del mundo tuvieran la misma secuencia, un tempo que va aumentando hasta que la canción se acaba de golpe? No resultaría muy estimulante.

Los orgasmos son la vara de medir nuestra satisfacción sexual. Creemos que para que nuestras relaciones sean válidas estas deben finalizar sí o sí en un orgasmo.

Esta “orgasmobsesión” nos resta disfrute y placer, convierte las prácticas sexuales en puro trámite, en una tarea totalmente enfocada. Incluso muchas veces nos encontramos tratando de acortar el momento de su aparición.

Consumimos y acumulamos orgasmos. Hablamos de estos (los propios o los de la otra persona) como trofeos, los contamos como si de medallitas se trataran y la medalla de oro, por supuesto, se la llevan los obtenidos mediante la penetración. El orgasmo de nuestrx partenaire puede ser leído como una señal de nuestra masculinidad, de nuestra potencia sexual, de nuestro atractivo físico y erótico, etc.

Nuestras relaciones sexuales, de nuevo, se convierten en un lugar donde medir nuestro éxito y valía personal, nuestra identidad y autoestima.

 

El significado y el objetivo de danzar es la danza. Igual que la música, se realiza plenamente en cada momento de su curso. No se toca una sonata para llegar al acorde final, y si el significado de las cosas estuviera simplemente en los finales, los compositores solo escribirían últimos movimientos.
-Alan Watts-

 

Me resulta complicado imaginarme un encuentro donde reine la intimidad, la conexión, la relajación, la entrega y el abandonarse, cuando lxs implicadxs están tan concentradxs en alcanzar o tratar de provocar en el otro un orgasmo. La mente está demasiado enfocada en la ejecución y en el instante futuro como para que todo esto se haga presente.

En estos casos, el camino es lo de menos, lo importante es el resultado final. Esta búsqueda incesante no es solo fruto del mandato de éxito sexual al que asociamos el orgasmo sino que también está dirigida por la necesidad de desahogar tensiones, de disolver el estrés y la angustia diaria. También es una buena forma de desconectarnos emocionalmente y de reducir drásticamente la sensación de intimidad que tanto miedo produce en ocasiones.

Pero, ¿que más da si has tenido un orgasmo o no, o si lo ha tenido tu compañerx, si no has estado realmente presente durante el encuentro? ¡Es como si fueras al cine y te perdieras la mitad de la película!

Una exigencia añadida es la valoración o jerarquización del orgasmo según el método obtenido. Concretamente existe mucha presión sobre el tan famoso «orgasmo vaginal». Más adelante escribiré algún artículo sobre los orgasmos así que no voy a extenderme con este tema, pero sí es importante que reflexionemos ¿realmente importa cómo diablos alcanzas el orgasmo?

 

Aunque venga de un amante, una bañera, un osito de peluche, un dedo, una lengua o un vibrador, un orgasmo es un orgasmo.
-Betty Dodson-

 

Satisfacción y placer

Los seres humanos, fruto de nuestra evolución, hemos transformado las relaciones sexuales en algo que va mucho más allá de la reproducción o de un método de descarga de tensiones internas.
Nuestra sexualidad es una expresión de nosotrxs mismxs, una expresión de nuestro hedonismo, de nuestra búsqueda de placer y al compartirla pasa a ser un medio de comunicación y de expresión afectiva. En la sexualidad humana se une tanto el placer físico como el placer emocional y amoroso.

La presión social y religiosa han hecho mella en la valoración del placer, dibujándolo como algo poco productivo y pecaminoso. Por ello, es interesante que revisemos cómo es nuestra relación con el placer. Hasta qué punto nos permitimos disfrutar en nuestra vida. Si ya nos cuesta encontrar momentos en nuestras apretadas agendas para realizar actividades simplemente por el puro disfrute, si nos cuesta saborear los pequeños momentos, si nos sentimos mal porque deberíamos estar haciendo cosas útiles y productivas, es probable que nos encontremos con la mismas dificultades cuando deseamos expresar nuestra sexualidad.

 

 Consolar el cuerpo no es lo mismo que consolar el alma.
-Analía Iglesias-

 

Definitivamente, lo realmente importante en nuestras relaciones es que estemos satisfechxs con lo experimentado. Esta satisfacción sexual va a depender de las expectativas que tengamos. Si estas básicamente son el coito y el orgasmo, nos centraremos en la ejecución limitando nuestro rango de acción y probablemente nuestra actitud ante el encuentro.

Nuestras expectativas fácilmente se transforman en autoexigencias y exigencias al otro que son una de las principales causas de las dificultades sexuales más comunes: tengo/tiene que llegar al orgasmo, tengo/tiene que tener una erección, etc.

Convertimos el dormitorio en una sala de examen y si suspendemos o aprobamos justito nos invaden la culpa, la vergüenza y/o la ansiedad. Curiosamente solemos autoexigirnos reacciones corporales -erecciones, orgasmos, etc.- que están reguladas por el SNA (Sistema Nervioso Autónomo), es decir, que son manifestaciones que no dependen de nuestra voluntad. Y, precisamente, cuando podemos relajarnos y focalizarnos en las sensaciones placenteras es cuando estas ocurren con naturalidad.

 

 Hemos hecho del sexo una técnica con un fin y no una sabiduría sin fin.
-Valérie Tasso-

 

Si en vez de buscar un orgasmo o el coito nos enfocamos en el fin placentero (placer físico y/o emocional) y en conectar con el otro, la presión de ejecución se reduce muchísimo. Entonces, ya no necesitamos clasificar determinadas prácticas como principales o secundarias sino que nos enfocamos en si son más o menos placenteras, más o menos satisfactorias, más o menos deseables, para nosotrxs en ese momento determinado. De esta forma, la satisfacción sexual pasa por la vivencia interna del placer y se puede alcanzar de muchísimas formas diferentes. Y mientras más amplia sea nuestra definición de placer más amplias serán las perspectivas.

Es importante no confundir el fin con el medio, es decir, con la práctica sexual en concreto. El fin no es el coito -ni siquiera el orgasmo lo es- sino que es una de las muchas formas de sentir placer y sentirnos satisfechxs.

Para profundizar en tu propia experiencia te propongo un pequeño ejercicio. Cuando tengas un momento tranquilo, párate a rememorar tus experiencias sexuales pasadas. Tanto las satisfactorias como las que lo fueron menos. Y ahora trata de revisar cuáles fueron los motivos para mantener estos encuentros, ¿para qué decidiste tener relaciones en ese preciso instante? Estas pueden ser muy variables: disfrutar del placer, sentirte amadx, recibir cariño y ternura, sentirte importante, sentirte vivx, descargar estrés u otras emociones, sentir la conquista, sentirte atractivx, sentirte capaz, demostrar tu valía, demostrar algo a tu entorno y un largo etcétera. Con esto no solo tendrás información sobre tus motivaciones sexuales sino que, afinando, puedes valorar cómo se relacionan estas con la satisfacción en esos encuentros.

 

Más allá del coito

Desde esta perspectiva, el coito solo es una forma más de compartirnos sexualmente. El coito es una opción, no una obligación. Obviamente, es una opción que generalmente anhelamos y gozamos pero no tiene por qué ser tan fundamental.

La propuesta no es desterrar el coito pero si relativizarlo, darle la importancia que se merece y olvidarnos de que todo gire en torno a él. Ampliar nuestro repertorio erótico, nuestras opciones de disfrute según nuestros gustos, preferencias y deseos del momento. También respetar las preferencias de lxs demás aunque se salgan de la coreografía establecida.
Es curioso, incluso, cómo muchas prácticas sexuales que van más allá del coito y/o los genitales se han llegado a clasificar como antinaturales y desviadas.

Integrar en nuestras relaciones sexuales otras prácticas no coitales (sexo oral, estimulación manual, etc.) o no genitales (besos, abrazos, caricias o masajes, literatura erótica, relatar historias, dirty talk, etc.) diversifica nuestra sexualidad. Esto nos aporta riqueza y flexibilidad y nos aleja de la monotonía.

 Si nos atreviéramos al encuentro, sea lo que sea que pase (o no) después, la imaginación tendría el poder.
-Analía Iglesias-

 

Resulta interesante olvidarnos directamente del coito en algunos de nuestros encuentros y así explorar y profundizar en otros juegos como puede ser un buen masaje erótico o una autoestimulación mientras nos observamos. También podemos jugar a retrasar el orgasmo, incluso a finalizar el encuentro sin alcanzarlo (te recomiendo que investigues sobre el método Karezza y el Tantra). O rizando el rizo, continuar con el encuentro sexual más allá del orgasmo.

En el caso masculino, también es conveniente empezar a diferenciar erección de placer. Abrirse a poder tener relaciones sexuales y a disfrutar sin tener por qué mantener una erección constantemente e incluso alcanzar un orgasmo sin ella. Hay múltiples formas de alcanzar un orgasmo más allá del coito, y esto nos incluye a tod@s, pasando por estimular diferentes partes del cuerpo (genitales, pezones, pies, ano etc.), a través de la respiración, gracias a la imaginación o la simple observación del otro o, incluso, mediante el ejercicio físico y el baile.

A diferencia de la mayoría de animales, al tener la piel desnuda poseemos una exquisita sensibilidad sensual y erógena en prácticamente todo el cuerpo. Podemos sentir placer de infinitas formas e incluso llegar al orgasmo de muchas otras que nada tienen que ver con los genitales (zonas como el cuello, la espalda, los muslos, los pies pueden generar sensaciones extasiantes). Incluir todo el cuerpo y cultivar la sensibilidad erótica de nuestra piel nos abre nuevas fronteras. Nuestra piel y nuestro cerebro tienen una importancia inmensa en nuestro placer y convierten nuestra sexualidad en un universo de posibilidades.

También nuestra respiración juega un papel sumamente importante en nuestras viviencias sexuales. Cambios de velocidades, sincronizarnos con el otro, alternarnos, etc. puede enriquecer cualquier momento del proceso.

 

El placer no entiende de metas ni de tiempos, el placer entiende de disfrutar del momento.

 

La experiencia sexual implica todo el proceso de búsqueda de placer sexual. Cada pequeño detalle y cada instante de principio a fin es importante.
Como dice Nina Hartley, una vez ha dado comienzo el proceso de búsqueda de placer sexual, todo lo que llega después es la parte. El sexo total requiere que sepamos apreciar la experiencia completa, desde el inicio hasta el final. La parte buena empieza cuando decidimos compartir un rato divertido, incluso si no incluye el coito. Y aquí añado, incluso si no incluye un orgasmo.

 

Para acabar…

Ser críticos con los modelos impuestos y reflexionar sobre cómo nos están influyendo me parece saludable en todos los ámbitos.

 

¿Soy esclavo de mi sexualidad?
¿O soy su amo?
¿Soy esclavo de mi corazón?
¿O soy su amo?
-Marie Lise Labonté-

 

Cuando abrimos nuestra mente y empezamos a dar importancia a otras prácticas y juegos sexuales, a otras zonas erógenas, a disfrutar del encuentro y no solo del orgasmo, y orientamos nuestras relaciones al placer y al amor abandonamos las obligaciones, la presión del encuentro, abrimos nuevas vías de intimidad y nuestra sexualidad se enriquece.

Así podemos estar más presentes, expresarnos espontáneamente, conectar con nuestra pareja, dejar que nuestro cuerpo fluya creativamente y abandonarnos al puro placer sensual, erótico, sexual y amoroso. Nuestra vida sexual pasa a componerse por la variedad de opciones y la libertad de elección.

Cuando pienso en este tema me suele venir a la cabeza ese momento en el que suena la típica canción que todxs conocemos su coreografía. Unx se siente en la obligación de bailarla de esa forma concreta. En ocasiones, cuando esto ocurre me gusta seguir los pasos, me divierto sintiéndome una más del rebaño y sin complicarme en dejarme sentir y en expresarme. Pero otras veces, suena y lo que me apetece es dejarme llevar y generar mis propios movimientos. O quizás un día me duele la cadera y no me da la santa gana de forzarme a bailar algo que no va a sentarme bien. ¡Seamos libres a la hora de decidir nuestros pasos!

Me gustaría terminar el artículo con estas palabras de Marie Lise Labonté acerca del encuentro sexual: Es un momento en el que me atrevo a abandonar mis apriorismos y a explorar mi cuerpo, mi corazón, mi ser, el cuerpo, el corazón y el ser de aquel con el que estoy compartiendo este momento de gracia. Es importante vivirlo sin expectativas, como un salto a lo desconocido, como un momento en el que el tiempo deja de existir, en el que no voy en busca de nada. Voy hacia la energía que se manifiesta en mí y en el otro. 

 

 

»Puedes encontrar más información sobre cómo funciona un proceso terapéutico enfocado en la sexualidad aquí.

 

»1ª parte del artículo: Coitocentrismo y la obsesión por el orgasmo (1ª parte)

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