La sexualidad se construye socialmente. Nuestras necesidades afectivas y sexuales son innatas pero las conductas que realizamos para satisfacerlas tienen un componente principalmente aprendido. Así, los comportamientos eróticos, las expectativas, los simbolismos, los rituales, etc. varían en función de nuestra cultura y la educación que hayamos recibido.
Nuestra sexualidad está seriamente marcada por los mandatos del patriarcado. A pesar de que en las últimas décadas hemos vivido una importante revolución sexual, parece que los cambios no han llegado a las profundidades. Nuestras relaciones y vivencias sexuales siguen impregnadas de huellas e influenciadas por una sexualidad normativa, fundamentalmente masculina, reproductiva, finalista y de rendimiento.
Hoy por hoy, la cosa no va tanto de prohibiciones y tabúes explícitos -que también los hay- sino de vendernos un modelo sexual ideal que marca nuestras inclinaciones eróticas.
Nos creemos totalmente libres en nuestras camas cuando en realidad estamos domesticadxs. En vez de vivir nuestra sexualidad como una forma más de expresar nuestro Ser, de escuchar nuestros cuerpos y deseos íntimos, de comunicarnos; no hacemos más que repetir los guiones y coreografías que hemos aprendido.
Actualmente, prima una sexualidad impaciente y competitiva, enfocada en resultados y logros a costa del disfrute y la creatividad, vestida de apariencias pero repleta de miedos y ansiedades.
Relaciones sexuales ¿completas o incompletas?
La respuesta más habitual a cuando tuvimos nuestras primeras experiencias sexuales es la edad en que nos iniciamos en el coito. Es decir, cuando penetramos o fuimos penetradxs.
Es más, solemos preguntar directamente por la pérdida de la virginidad, que precisamente solo refiere a la práctica de penetración pene-vagina. Este concepto, además de conllevar connotaciones estigmatizantes, es especialmente sombrío al dar por sentado que cuando nos iniciamos en las experiencias sexuales perdemos algo. Pero ya me estoy saliendo del tema.
La mayoría de personas, antes de llegar a esa práctica en concreto, ya habíamos practicado muchas otras: petting, sexo oral, estimulación manual compartida, fantasías húmedas, autoestimulación, etc. Y aunque todas ellas fueran prácticas completas, muy excitantes y totalmente satisfactorias, socialmente no son consideradas como relaciones sexuales completas.
Resulta curioso y absurdo, ¿no? ¿Qué es realmente necesario para que una relación sexual sea completa? Todxs conocemos la respuesta a esta pregunta: el coito, el mete-saca o, hablando en plata, follar.
Creer que la interacción sexual se «completa» con el coito es como creer que la vida se completa con un Mercedes.
-Valérie Tasso-
Completo significa acabado, lleno, perfecto. Por lo tanto, cuando hablamos de relaciones sexuales incompletas, es decir, sin coito, nos referimos a un encuentro imperfecto, vacío, inacabado.
No sé vosotrxs, pero yo he tenido numerosos encuentros sexuales en los que no ha habido penetración que han sido perfectos y llenos de excitación, de deseo, de placer y de diversión compartida.
Coitocentrismo o la obsesión por la penetración
El coitocentrismo es la tendencia caracterizada por la necesidad de realizar el coito durante las relaciones sexuales para que se perciban como completas, satisfactorias y plenas. Es decir, el coitocentrismo centra el encuentro sexual en la penetración y suscita que todo gire en torno a ella.
Al equiparar sexo con coito, el resto de prácticas sexuales pasan a ser de segunda categoría o incluso a no ser consideradas prácticas sexuales.
El coitocentrismo es la forma de entender las relaciones sexuales más generalizada y es fruto de una concepción reproductiva de la sexualidad. No obstante, los seres humanos ya no nos encontramos sexualmente únicamente para tratar de reproducirnos. Es más, lo más habitual es que la mayor parte de las relaciones sexuales que vayamos a experimentar a lo largo de nuestra vida estén impulsadas por otros alicientes como sentir placer, comunicarnos, compartir afectos, etc.
Como dice J. Marks, no cabe duda de que la sexualidad busca la reproducción…, si eres un lémur. Si eres humano, la sexualidad busca muchas otras cosas; es el efecto de la evolución sobre la naturaleza humana.
Visto lo visto, mantener un modelo sexual normativo centrado en algo que ya no es el eje central de nuestra sexualidad es como poco absurdo.
El coito no es más sinónimo de nuestra sexualidad que el roast beef lo es de nuestra alimentación.
-Valérie Tasso-
Más allá de esta incongruencia, la mayoría de nosotrxs nos encontramos rindiendo homenaje a este modelo. Otorgamos al coito el puesto principal en nuestras relaciones sexuales y lo convertimos en una exigencia más que hay que alcanzar.
Así, nos encontramos con un guion bastante fijo que suele iniciarse con unos «preliminares» que nos posibilitan llegar al punto clave que es la penetración para llegar al colofón final que es el orgasmo. Y este orgasmo será más valioso si se ha conseguido mediante la forma primordial, la penetración.
Esta exigencia puede ser pasto de cultivo de muchas dificultades sexuales, insatisfacciones e incluso de entrar en rutinas y coreografías monótonas e insípidas.
En la era del postureo digital nos encontramos un postureo coital en el cuerpo a cuerpo de los amantes.
Estamos llegando a un punto en el que asociamos el sexo más con el deber que con el placer. Es habitual encontrarnos más pendientes de la imagen que queremos dar, de nuestra actuación (cuánto duro o dejo de durar, la dureza de mi erección, si lubrico suficiente, etc.) y de cómo es recibida, que de dejarnos llevar por nuestras sensaciones.
Esta obsesión por realizar una buena performance que asegure nuestro título de gran amante comporta una postura de observador de lo que sucede que nos desconecta de nuestro cuerpo y de nuestrx partenaire.
Nos encontramos pendientes de dar la talla, ansiosxs, temiendo fracasar y quedar mal, viendo cómo se tambalea nuestra masculinidad o feminidad en función de los resultados, culpables por no complacer como deberíamos, etc. La vergüenza y la ansiedad por rendir hacen presencia y han venido para quedarse.
Por último, me gustaría matizar una cuestión de género. Por un lado, muchas mujeres no sienten tanto placer físico con la penetración como con otras prácticas eróticas. Aún así, centran sus relaciones en el coito porque es lo normal y esperado. Incluso fingen constantemente sus orgasmos para no decepcionar a sus compañeros. Por otro lado, la mayoría de hombres suelen tener una gran presión por satisfacer a la mujer precisamente mediante su pene y la penetración. Al final, nos encontramos a ambas partes frustradas cuando todo sería más sencillo si aceptáramos que hay muchas formas de dar y recibir placer, todas ellas igual de valiosas.
Genitalizadxs
El coitocentrismo acarrea que nuestra sexualidad esté totalmente genitalizada. Y es que cuando el coito pasa a ser tan importante, es inevitable que los genitales se conviertan en elementos críticos de la relación sexual.
Solemos tener un interés casi exclusivo y obsesivo por ellos. Es prácticamente inconcebible considerar un encuentro como sexual sin que hayan intervenido los genitales de por medio.
Vivimos confundiendo el sexo con el coito y la sexualidad con la genitalidad.
Enfocarnos tanto en el pene y la vagina puede motivar que desatendamos todo lo demás. Nos olvidamos de disfrutar de otras zonas erógenas e incluso puede implicar una desensibilización del resto del cuerpo. Una caricia sensual en otra zona puede pasar desapercibida cuando solo estamos centradxs en lo que sentimos en los genitales.
Además, esta importancia suprema añade exigencias excesivas sobre sus formas, tamaños y funcionamientos. Resulta obvio que, si el coito es el plato estrella, la erección del hombre será extremadamente importante y va a ser una presión más con la que cargar en nuestros dormitorios.
¿Preliminares de qué?
Preliminar proviene del latín: prae ‘antes’ y limināris ‘del umbral’, ‘de la puerta’. Hace referencia a «aquello que sirve de preámbulo para tratar sólidamente una materia, aquello que antecede a una acción».
Aquí ya podemos ver que lo importante está por llegar, que la materia sólida en cuestión será lo que venga después de estos preliminares.
El coitocentrismo convierte los preliminares en todas aquellas prácticas que anteceden al coito y nos preparan para ello. El resto de juegos eróticos y prácticas sexuales se subestiman y pasan a ser un mero calentamiento, un simple complemento. Básicamente, los incorporamos para llegar lo antes posible al coito, en lugar de hacerlos con el único fin de disfrutar.
Decir que los «preliminares» sirven para preparar el coito es dibujar nuestra sexualidad como los niños dibujan un hogar: con un trazo y un tejado rojo.
-Valérie Tasso-
Es curioso porque en una gran parte de las relaciones sexuales que experimentamos, los besos, abrazos, caricias, mordiscos, estimulaciones manuales mutuas, las felaciones y cunnilingus y otros juegos pueden ocupar más tiempo que el coito en sí, que en muchas ocasiones tiene una duración relativamente breve.
Cuando descuidamos otras prácticas que no sean el coito, caemos fácilmente en un empobrecimiento de nuestra sexualidad. Nuestras relaciones sexuales acaban sometidas por la rigidez y el aburrimiento.
Los profesionales en materia de sexualidad solemos proponer utilizar el término de «juegos eróticos» en vez de preliminares. De esta forma, cambiamos el trato que se le dan a estas prácticas y les devolvemos el valor que se merecen. Donde el coito es simplemente otro juego más dentro del catálogo. Y es que ¿por qué unos juegos o prácticas sexuales deben ser el preámbulo de otros?, ¿acaso no son intercambiables?
En el próximo artículo finiquitaré el tema del coitocentrismo profundizando en la importancia que le damos al orgasmo en la satisfacción sexual. También incluiré algunas ideas que nos ayuden a abrir la mente y a flexibilizar y cultivar nuestros encuentros sexuales más allá de estas presiones impuestas.
»Puedes encontrar más información sobre cómo funciona un proceso terapéutico enfocado en la sexualidad aquí.
»2ª parte del artículo: Coitocentrismo y la obsesión por el orgasmo (2ª parte)