Ya desde los tiempos de Descartes y el racionalismo impera un modelo en el que la razón debe dominar a la emoción. Sobrevaloramos el pensamiento y desvalorizamos lo emocional. Tratamos de resolverlo todo pensando: pensar, pensar, pensar, en bucles infinitos. Escogemos el pensamiento como dictador y tirano y dejamos de lado la necesaria información que nos ofrecen el cuerpo y la emoción.

Aparentemente, los tiempos han cambiado. Conceptos como el desarrollo personal, la inteligencia emocional están de moda y podría parecer que hoy en día sabemos más sobre nosotrxs mismxs y nos gestionamos mejor.

Pero la realidad parece ser otra. En general, no tenemos mucha idea de lo que ocurre en nuestro interior. Cuando le preguntas a la gente cómo se siente las caras son variables pero pocas veces muestran el convencimiento del que sabe de lo que está hablando.

Desconocemos lo que sentimos, reprimimos, censuramos, bloqueamos, racionalizamos y enmascaramos muchas de las emociones que se hacen figura. Las que consiguen ver la luz son gestionadas con poca lucidez, con la habilidad del que poco sabe o poco le han enseñado qué hacer. No solo nos autogestionamos de pena sino que cuando nos encontramos ante la emocionalidad de los demás tampoco sabemos cómo desenvolvernos.

 

¿Qué son las emociones?

Las emociones son reacciones psicofisiológicas que se activan ante determinados estímulos (ya sea ante personas, situaciones, recuerdos, etc.)

Son una guía de nuestro estado. Nos informan de cómo estamos en el momento presente -no de cómo nos gustaría o deberíamos estar- y de nuestras motivaciones, necesidades y vivencias de nuestras relaciones. Nos orientan y preparan para actuar y nos ayudan a regularnos ante las diferentes experiencias que vamos viviendo.

Tienen una función adaptativa, social y motivacional. Nos ayudan a adaptarnos a lo que va sucediendo y a aprender de ello. También contribuyen a la comunicación -informan de mi estado y me informan del estado de lxs demás- y a generar intimidad. Y, además, son importantísimas en la resolución de problemas y en la toma de decisiones ya que reducen las alternativas resaltando ciertas opciones.

 

Casi todo el mundo piensa que sabe qué es una emoción hasta que intenta definirla. En ese momento prácticamente nadie afirma poder entenderla.
-Wenger, Jones y Jones-

 

Las emociones forman parte de nuestra inteligencia y nos informan sobre cómo nos estamos conduciendo por la vida. Son señales a las que debemos prestar atención y que necesitamos interpretar. Como la luz del tablero del coche nos indican que algo está pasando: el miedo nos dice que estamos en peligro, la tristeza que hemos perdido algo importante, etc. Nuestro bagaje emocional tiene un enorme valor de supervivencia.

Cada emoción tiene una cualidad energética diferente que se corresponde con el impulso o acción que nos despierta: huir, atacar, recogernos, compartir, etc. Como reacciones psicofisiológicas que son, las sentimos en el cuerpo de formas diversas (el grado de tensión o distensión de determinadas zonas, el estado de nuestra respiración, si nos contraemos o nos expandimos, cambios en la temperatura corporal, etc.)

Además se caracterizan por ser dinámicas y transitorias. Si las gestionamos adecuadamente, una vez cumplida su función, se desvanecen.

 

No olvidemos que las pequeñas emociones son los grandes capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin darnos cuenta.
-Vincent Van Gogh-

 

Las emociones colorean y movilizan nuestras vidas y, aunque a veces son dolorosas, suelen ser la guía más clara y adaptativa de que disponemos.

 

La guerra contra las emociones

Recibimos muy poca o nula educación sobre cómo convivir con nuestras emociones y las de los demás de forma armónica. Además, socialmente se ha reforzado en demasía la separación cerebro-corazón, enfatizando un racionalismo extremo y estigmatizando la parte más emocional del ser humano.

Como dice Marcelo Antoni, la emoción se ha desvalorizado por no ser duradera ni estable, lo cual no deja de ser paradójico, ya que el equilibrio emocional de una persona se basa justo en la gestión de ese incesante tránsito, de esa esencial inestabilidad.

Nos han vendido la idea de que nuestras emociones y las de lxs demás no son de fiar. Que son algo voluble y caprichoso, relacionadas con la inmadurez, con algo infantil, con debilidad, incluso se dice que son cosas de mujeres -lo cual nunca se aplica para clasificar algo como positivo-. Tenemos entendido que tenemos que ocultarlas, controlarlas, estar por encima de ellas, ser racionales y calmadxs. Lo que nadie nos dice es que tanto control y disciplina emocional puede restarnos espontaneidad, creatividad y gozo. En resumen, menoscabar nuestra humanidad.

 

Vivimos en una sociedad que NO nos educa para ser personas emocionalmente inteligentes.
-Daniel Goleman-

 

Además, cada emoción concreta lleva una carga cultural específica. Unas se consideran positivas como la alegría y otras negativas como el miedo y la tristeza. También existen formas socialmente correctas e incorrectas de expresarlas y que en muchas ocasiones variará en función del género: las mujeres pueden estar tristes, llorar, etc., mientras que los hombres lo tienen vetado. Por el contrario los hombres tienen permitido enfadarse, alzar la voz, imponerse, etc., algo mal visto si hablamos de una mujer.

Cuando negamos una emoción determinada, generalmente necesitaremos usar otra emoción como sustituta. Esto se ejemplifica de forma clara, en cómo muchas mujeres -cuando vetan la rabia- se echan a llorar y se entristecen cuando vivencian un conflicto o injusticia, en vez de conectar con el enfado que sería lo más adaptativo.

Nuevas tendencias actuales nos conducen además a una happycracia, una visión optimista de la vida, en la que estar alegre y feliz es casi una obligación social. Se le une la idea de que todo está al alcance de nuestras manos y la presión de no deber entristecernos o frustrarnos por los sucesos de nuestras vidas sino seguir intentándolo con afán y buen ánimo. Porque todo, absolutamente todo, es cuestión de actitud y, además, estar triste, asustadx o enfadadx no queda bien en la fotos.

 

Tal vez estemos haciendo algo mal. Tal vez estemos dejando sin educar una parte importante de la personalidad humana, precisamente aquella que debía capacitarnos para ser felices.
-José Antonio Marina-

 

No solo la sociedad nos marca cómo debemos tratar con nuestro mundo emocional sino que en cada familia existen unas creencias concretas, lemas que tienen que ver con la gestión emocional. En algunas familias está totalmente censurada la tristeza, en otras está penalizada la rabia, por ejemplo. Además, por regla general, en nuestros hogares no nos han ayudado a reconocer nuestras experiencias internas ni a expresarlas en palabaras.

Finalmente, nuestra historia emocional, las vivencias que hayamos ido experimentando en nuestra vida, también perfilará nuestra estructura emocional, facilitando que nos amiguemos con algunas emociones y descartemos otras. Todos estos aspectos configuran que frecuentemente vivamos fijados en una emoción que es con la que nos movemos fácilmente por el mundo y que esta oscurezca al resto, dificultando ver a través de ella.

 

Algunas creencias sobre las emociones…

Lo que pensamos sobre las emociones en general, y sobre cada una en concreto va a influenciar directamente la manera en que vamos a experimentarlas y expresarlas.

Como comentaba, hemos recibido muchos mensajes dentro o fuera de casa que nos van a complicar la relación con nuestra esfera emocional: los hombres no lloran, las señoritas no gritan, no tengas miedo, miedica, lloras como una nena, estás más guapx cuando sonríes, es una histérica, etc.

Existen otras creencias muy comunes sobre las emociones y su manejo que nos llevan directxs al camino del conflicto con ellas.

Podemos pensar que muchas de ellas son dolorosas y que no seremos o somos capaces de soportar tanto dolor. Esta idea nos suele conducir a evitarlas con la esperanza de que así no nos duela y no suframos.

También podemos asociarlas a descontrol, a cierta locura. Algo así como si sentir nuestras emociones vaya a provocar que nos desboquemos y la situación se nos vaya de las manos. Será mejor que las tengamos atadas en corto y bien controladas.

Otra idea común es que sentirlas nos generará sentirnos malas personas, o débiles, o inadecuadxs a nuestro género, o tontxs, o rarxs. En definitiva, sentir ciertas emociones y/o expresarlas entra en conflicto directo con nuestro personaje, con la fantástica imagen que tratamos de ofrecer al mundo para sentirnos aceptadxs y adecuadxs. Censurándonos conseguimos mantener esa imagen inmaculada, sin importar cuál sea el precio a pagar.

 

La principal fuente de sufrimiento son las mentiras que nos contamos a nosotros mismos.
-Elvin Semrad-

 

También podemos considerarlas peligrosas porque, al aparecer, nos conecten con necesidades que nos conduzcan a dilemas. Nos pueden llevar a tener que tomar decisiones difíciles ya que nos encontremos divididxs entre emoción y razón, o entre diferentes emociones, o entre nuestras emociones y nuestros valores, etc. De esta forma, bloquearlas nos podría proteger ante determinadas disyuntivas.

Si tenemos en cuenta la función esencial que juegan nuestras emociones en nuestro funcionamiento y bienestar podemos deducir que ignorarlas, subestimarlas, despreciarlas o negarlas nos va a acarrear vivir sin una información muy preciada para nuestras vidas. Además, afectará también a la calidad de nuestras relaciones porque lo más probable es que tratemos de la misma forma el mundo emocional de los demás.

No solo eso sino que esta censura emocional suele ser poco efectiva ya que nos produce un desgaste de energía y generalmente acaban por influenciarnos de forma inconsciente -por lo que no podemos ponerlas a nuestro favor- y, en muchas ocasiones, acaban expresándose en nuestro cuerpo en forma de tensiones, contracturas, malestar, cansancio, insomnio, incluso en ciertas enfermedades físicas.

 

Pensamos demasiado y sentimos demasiado poco. Más que maquinaria, necesitamos humanidad.
-Charles Chaplin, «El gran dictador»-

 

En la próxima entrada del Blog, continuaré con el hilo y desarrollaré algunos aspectos básicos sobre gestión emocional para ayudarnos a convivir de forma más armónica con nuestra esfera emocional.

 

»No dudes en contactarme si tienes alguna consulta o si deseas iniciar un proceso psicoterapéutico para aprender a gestionar tus emociones.

 

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