… “El amor es posesión y exclusividad”

 

Mi novix, mi marido, mi pareja, mi mujer, mi compañerx, mi chicx, mi churri, etc. En cuantas ocasiones se nos llena la boca con el Mío. 

Y es que, cómo no vamos a celar y a marcar territorio, si nos hemos tragado sin masticar todos los mitos que hemos visto hasta ahora. A ver quién es el guapo que deja escapar a «su felicidad personificada».

Llegamos al último grupo de la clasificación de los mitos del amor romántico: “El amor es posesión y exclusividad”

 

Los celos como muestra de amor

Parece que los celos son un requisito indispensable de un amor verdadero, una prueba irrefutable de que la otra persona nos quiere. Los vemos como un sinónimo del amor. Todxs hemos escuchado o dicho la típica frase: está celosx porque está muy enamoradx o porque le quiere mucho.

Pensar que celos y amor son equivalentes o que los celos son una muestra y una consecuencia inevitable del amor supone ciertos riesgos, como ya deducirás.

En primer lugar, el no tratar de hacernos cargo de nuestros celos, de gestionarlos y por el contrario cargar contra el otro, viendo algunos comportamientos egoístas, injustos y represivos como naturales y justificables.

Perder el control, exigir al otro, culparle de nuestros sentimientos, prohibirle determinadas conductas o determinadas amistades, incluso algún tipo de ropa, pueden convertirse en algo lógico y aceptado por ambas partes. De esta forma las relaciones pasan a basarse en la posesión, en la coacción, la sumisión y en desequilibrios de poder.

Al tratar de controlarle, podemos entrar en dinámicas de vigilancia, comprobaciones e interrogatorios exhaustivos que aprisionan, agobian y agotan la paciencia del otro. Provocando, además, su alejamiento progresivo.

 

Los celos, como las fronteras, aparecen para justificar un dominio sobre lo que nunca se ha poseído.
-Adrián Triglia-

 

También nos pueden llevar a tolerar actitudes nocivas, comportamientos abusivos e incluso a llevar a cabo conductas o restringirnos otras (salir con amigxs, viajar solxs, etc.) para cumplir las peticiones o exigencias de nuestrx compañerx. Esto nos anula poco a poco, va minando nuestra autoestima, nuestra autonomía y difumina nuestra identidad y nuestra dignidad.

El precio de dejar de hacer cosas que deseamos para proteger al otrx de sus sentimientos es elevado, además de para unx mismx, para la relación. Un compañerx frustradx es fácil que transmita rabia, resentimiento o insatisfacción. Eso sí, lo hacemos porque el otro nos quiere mucho pero mucho y no queremos «hacerle sufrir».

 

Como un animal enjaulado que afirmamos que nos importa pero al que nunca dejamos salir por temor a que escape.

 

De igual forma, los celos suelen ser uno de los principales enemigos del espacio personal en la pareja. El espacio personal de nuestrx compañerx se ve como potencialmente peligroso ya que abre la posibilidad de que interactúe con otras personas sin que nosotrxs sepamos lo que ocurre ni podamos supervisarlx. Por esta razón, es común que, fruto de los celos, la relación se cerque y se fusione por miedo de ambxs o por sacrificio de unx para que el otro no sufra ni genere conflictos.

Por último, esta creencia puede llevarnos a deducir que nuestrx compañerx no debe de querernos mucho si no siente celos en alguna ocasión. Pensando así, podemos tratar de generar estas reacciones en el otro, con comportamientos y manipulaciones algo surrealistas que consideramos que deberían despertar al monstruo de ojos verdes, pero que más bien suelen activar cierto rechazo y desconfianza.

 

Mito de la exclusividad

Existe la creencia de que cuando uno está enamoradx no puede sentir atracción por otras personas y aún menos de enamorarse de otra simultáneamente. Y si esto llega a ocurrir, significa que realmente no la amábamos realmente.

Desde esta premisa, ¿cómo se siente alguien cuando ama a una persona y siente atracción o sentimientos románticos por otra? Lo más probable es que se dispare su angustia, el miedo, la culpa, los bucles infinitos de dudas, etc. Es posible que no comparta lo que le está pasando con nadie, porque pondrían en duda sus sentimientos por su relación. Toda esta angustia y reclusión pueden fomentar que termine con su relación, ya que solo puede significar que no la quiere de verdad.

Además, este miedo atroz a poder sentir algo por alguien que no sea nuestra pareja nos conduce, en muchas ocasiones, a que limitemos fuertemente nuestros círculos sociales, autoprotegiéndonos así de contactos nuevos que nos pudieran resultar estimulantes y pusieran en duda nuestro verdadero amor.

En ocasiones, esta exclusividad traspasa las fronteras de lo sexoafectivo abarcando cualquier relación en la que nos compartimos íntimamente. Algo así como que ya no necesito intimar o conectar profundamente con mis amistades porque ya estoy cubierto y éstas van a quedar en un segundo plano y a un nivel más superficial. O porque directamente la otra persona nos envía un mensaje explícito o implícito: «los demás o Yo».

 

Mito de la fidelidad sexoafectiva

El tema de la exclusividad nos lleva directamente a la fidelidad sexoafectiva como única opción posible, ya que si no es posible sentir atracción, la fidelidad debería estar chupada ¿no?

El problema aquí, es que la fidelidad deja de ser una decisión personal y consensuada por la pareja, a ser una convención social, preestablecida y adoptada sin reflexionarla, ni revisarla a lo largo de las diferentes etapas de la relación.

También nos encontramos con una incongruencia importante. Porque, como he comentado, al no poder sentir atracción por otras personas, la infidelidad debería ser algo poco común. Pero, teniendo en cuenta que los índices de infidelidad son muy elevados, parece indicar que sí solemos tener sentimientos o atracción por dos personas a la vez y que además seguimos frecuentemente estos impulsos.

De nuevo, para justificar el bucle en el que nos hemos metido, cuando ocurren estos affairs, solemos atribuir la causa a la falta de amor o a que la relación no funciona correctamente: si lo tuviera en casa, no saldría fuera a buscarlo. En muchas ocasiones, la persona que ha sido víctima de la infidelidad pasa a sentirse culpable de la misma, cuando el responsable obviamente es quien ha tomado la decisión de romper el pacto.

La realidad es que las infidelidades ocurren en todo tipo de relaciones y muchas veces tienen que ver con dificultades o anhelos propios, con ser vías de escape de nuestras vidas, y no tanto con el funcionamiento de nuestra relación. Las consultas de los terapeutas de pareja están repletas de parejas que siguen queriéndose y tratan de recuperar la confianza tras descubrir una infidelidad.

 

Reformulando el mito

Los celos son un complejo entramado de emociones y reacciones derivados por el miedo a perder a alguien o porque haya un cambio significativo en nuestra relación, con las consecuentes pérdidas que esto podría comportar también (esta amenaza de pérdida, además, puede ser real o imaginaria).

Los celos sí suelen tener que ver con que algo nos importa (puede ser que solo tengan que ver con que nos importamos nosotrxs, eso sí), pero NO son un sinónimo de amor. Son, más bien, una señal que nos indica este miedo a la pérdida y nos invita a mirar hacia dentro. Podemos sentir amor por alguien sin sentir celos y a la inversa, sentir celos pero no amar a esa persona.

 

Si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida, pero vida enferma y mal dispuesta.
-Miguel de Cervantes-

 

Debido a la nefasta educación emocional que hemos recibido (o la no educación), a la influencia de los mitos románticos (la pareja nos da la felicidad verdadera, el otro me completa) y a todos los miedos y heridas que nos despiertan las relaciones, es común que todxs en algún momento u otro podamos sentir celos.

La cuestión relevante es qué actitud y qué acciones tomamos al respecto. Si echamos balones fuera y buscamos en el exterior la única razón por la que nos sentimos así, no aprenderemos gran cosa y es muy probable que deterioremos la relación tratando de controlar y manipular al otro para dejar de sentirnos así.

En cambio, si aceptamos y nos responsabilizamos de nuestros miedos, trabajamos en gestionarlos de forma diferente, en examinar nuestras creencias y en aprender qué inseguridades o qué heridas pasadas están señalando, podemos enriquecernos y evolucionar. Si quieres profundizar en este tema puedes descargarte la «Guía para gestionar los celos».

 

Un celoso vive haciendo círculos.
-Madeleine Scudery-

 

El espacio personal y el de pareja no deberían ser enemigos ya que la felicidad y la realización individual contribuye al bienestar conjunto. Aceptar que el otro crezca como persona nos abre a crecer como pareja.

Necesitamos aprender a vivir con la incertidumbre de la vida y con el riesgo que supone abrir nuestro corazón a otra persona, sabiendo que el otro es libre de continuar con nosotrxs y que puede decidir compartir su vida con otra persona diferente. Nuestro compañerx no es una posesión que podamos meter en una caja fuerte, no es un tesoro que podamos salvaguardar (mira como acabó Gollum…) . Es importante aprender a confiar en el otro y en unx mismx.

 

El amor exige brazos abiertos. Con los brazos abiertos uno deja que el amor venga y se vaya a voluntad, libremente, pues de todos modos así lo hará. Si uno cierra sus brazos para retener al amor, hallará que solo se retiene a sí mismo.
-Leo Buscaglia-

 

Es posible que durante los primeros meses de enamoramiento intenso solo tengamos ojos para nuestra pareja. La experiencia fisiológica es muy similar a un estado de adicción química y, al igual que las personas con drogadicciones, nuestro objeto de deseo es lo que ocupa toda nuestra atención.

Pero cuando el tiempo pasa, y los niveles hormonales y de neurotransmisores vuelven a la normalidad, volvemos a ser conscientes de que existe un mundo ahí fuera. Un mundo lleno de personas interesantes, atractivas, sexis que nos despiertan reacciones y emociones, como es natural, ya que el amor no paraliza el flujo de estas sensaciones y atracciones.

A lo largo de nuestra vida es habitual sentir afinidad por diferentes personas que nos vayamos encontrando en nuestro camino, lo cual no tiene por qué comprometer nuestra relación si entendemos que es algo natural y le damos la importancia que merece. Podemos aprovechar la situación para revisar nuestra vida y revisar la relación, pero sin emperrarnos en que eso necesariamente significa que no queremos al otro. Una cosa es lo que sienta y otra lo que yo decida hacer con eso y los límites que quiera poner a esa atracción.

 

Una manera de querer a los demás es reconocer que tienen deseos que nos excluyen, que es posible amar y desear a más de una persona al mismo tiempo.
-Adam Phillips-

 

En la naturaleza, la monogamia social (formar parejas estables) existe en muchas especies de animales, pero la monogamia sexual (fidelidad) es particularmente inusual. La monogamia sexual no es un imperativo biológico como algunos creen. La fidelidad sexoafectiva suele ser entendida como algo natural y universal, como algo inherente a nuestra naturaleza de seres humanos, cuando en realidad no es así.

En artículos futuros profundizaré en este tema porque da mucho de sí. Por ahora me parece necesario remarcar que la monogamia es una construcción social, que se da en algunas culturas y en otras no, y que las ideas de la exclusividad y la fidelidad sexual también lo son.

Creo que la fidelidad a unx mismx es básica para nuestra felicidad y que la fidelidad al otro, entendida como respeto a los compromisos que he contraído, es esencial para el cultivo de la confianza y el bienestar de la pareja. Pero estos compromisos deben ser construidos consciente y libremente por ambas partes. Y con derecho a modificarlos en cualquier momento.

Es necesario que individualmente nos revisemos y decidamos qué tipo de relaciones y pactos de exclusividad (emocional, sexual, romántica, etc.) queremos tener. Cada persona es un mundo y solo unx puede saber cómo son sus necesidades sexoafectivas y cómo desea cubrirlas. Qué está dispuesto a invertir, qué renuncias está capacitado para llevar a cabo, qué miedos puede sostener y qué aspectos de su persona quiere desarrollar.

Ser fiel a nuestra pareja es una decisión totalmente válida dado los beneficios que nos ofrece una relación estable y cerrada en este sentido, pero también tiene sus costes y es necesario verlos para poder asumirlos, responsabilizarnos y comprometernos con toda la información en nuestras manos.

Es muy diferente, establecer relaciones basadas en la libertad, en la confianza y en el interés por el crecimiento de ambxs, a basarlas en el miedo y la coacción.

 

 

 

Recomendación bibliográfica: Ética promiscua. D. Easton y J. W. Hardy

 

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